La información es poder. Y por ello, controlar el flujo informativo está tan codiciado y tan impolutamente dirigido desde diferentes ámbitos.
Cuando hay informaciones que son imposibles de controlar, existen poderes que actúan en consecuencia para que no varíe el statu quo. Un claro ejemplo es la detención de Julian Assange, creador de Wikileaks y todo el proceso de desprestigio y privación de derechos fundamentales por el que está pasando.
Recordamos que Wikileaks es una organización internacional sin ánimo de lucro que publica a informes anónimos y documentos con contenido sensible en materia de interés público. La organización, sobre todo, ofrece filtraciones que desvelan comportamientos de dudosa éticos y legalidad que conciernen a distintos gobiernos, sobre todo, el de Estados Unidos.
Julian Assange se encuentra detenido en Reino Unido a la espera de que se celebre un juicio en el que se podría autorizar su extradición a Estados Unidos. Ahora es un buen momento para pensar y reflexionar cuál es el significado y las consecuencias reales de esta acción respecto a la libertad de expresión, de información y de prensa. ¿Las sociedades tienen derecho a saber todo lo que hacen sus gobiernos? ¿Hasta qué punto quedan los gobiernos comprometidos y desligitimados con este tipo de filtraciones? Ante la publicación de la hechos verídicos con pruebas que los sustentan, ¿debe ser denunciada y juzgada una una persona por desvelar esa información?
Para poner en contexto todo lo que ha rodeado a Julian Assange durante los últimos años, analizar las consecuencias de su extradición y lo que significará para la libertad de expresión y el derecho a la información, hemos charlado con la periodista y directora ejecutiva de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), Sally Burch.
Podéis acceder al programa completo de Reenfoca2 del 6 de febrero Ivoox. Y en Spotify.
Crédito de la imagen: Campaña «Don’t extraditate Assange»
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