23 de abril de 2013, el complejo Rana Plaza, situado en las afueras de Dhaka (Bangladesh), acoge unos 5.000 trabajadores, sobre todo mujeres, que cosen para cinco contratistas locales que abastecen a una treintena de importantes marcas internacionales.
Esa mañana, la estructura, estado de la cual ya había sido denunciado en múltiples ocasiones, cedió y se derrumbó en cuestión de segundos. ¿El resultado? 1.134 muertos y más de 2.000 heridos.
Este ha sido el derrumbamiento más mortífero de un edificio después del 11-S. En este caso, las condiciones de la fábrica en la que miles de personas cosían para grandes nombres no cumplía con los mínimos exigidos.
Dos años después, en 2015, más de la mitad de las empresas multinacionales envueltas en aquel derrumbamiento todavía no habían reunido el dinero acordado para compensar a las víctimas, una suma de 30 millones de dólares.Ahora muchas de ellas todavía se encuentran endeudadas a causa de los gastos médicos.
Las víctimas fueron la consecuencia directa de esta tragedia, pero a su vez, esta catástrofe desembocó en la revelación del verdadero precio de la industria textil a nivel internacional.
Si bien es cierto que tras el accidente se lograron mejoras en ciertos aspectos de la seguridad laboral dentro de las fábricas, todavía queda mucho trabajo por hacer.
Para recuperar este tema y ver cómo han ido evolucionando las condiciones laborales de las personas que trabajan en este tipo de fábricas en Bangladesh, Turquía, Polonia, Camboya… Hemos contactado con la responsable de la campaña Ropa Limpia de Setem Catalunya, Xènia Domínguez, quien nos habla sobre la evolución de la industria textil, de dónde viene nuestra ropa y qué hay detrás de una prenda que podemos comprar en cualquier tienda de fast fashion por cinco euros.
(Entrevista en catalán)
Podéis acceder al Reenfoca2 del 20 de diciembre de 2018 aquí
Crédito de la imagen: Nuria Cabrera Sancho
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